13 de octubre de 2013

s.


Hace algún tiempo dejé influenciarme por una opinión. Una que logro bajar, subirme y buscar dentro de mi todo lo que desconocía. Esa opinión había logrado que le diera el báculo de dependencia. Pero antes de esgrimir párrafos donde el emisor de aquellos argumentos adictivos se lea cruel o malo, es necesario señalar que  la aceptación de esa influencia no es más que expectativas sobrevaloradas-y muy infantiles´- que emanan de mi ego engreído. Todo lo que comentaba, mi dependiente, era  "como yo" lo habría dicho,   lo que "yo deseaba escuchar",  era acorde a lo que "yo hablaba". YO estaba embelesada de lo que- YO-  siempre quise como "vara" y patrones para debatir y compartir de forma real, comprometida y empática en mi vida 

Al fin LA opinión- tan acorde- a mi, había llegado.

Logro abordar y obtener todo asentimiento y dudas de mi flaca autoestima. Primero fueron las ganas de querer adaptarme y no mostrarme tal cual soy, luego mi necesidad, extrañamente,de competencia para con él de temas similares que teníamos. Quien sabía más, quien  esbozaba mejor argumentos. Luego la rara tendencia a dejarme siempre en segundo plano y contener toda su escarcha lagrimal. Nunca hable de mi, nunca presente a mi circulo, nunca fui yo la que se abrió...de todas las formas (y menos mal). Todo se hacía como la opinión lo quería. Mis vitalidad, personalidad y hasta mi carácter engreído se veían opacados por uno más que yo. Uno más todo que yo.
  
 Las críticas sutiles comenzaron a llegar rápido "déjate crecer el pelo", "no me gustan la forma de tus ojos.", Odio tu humor"," no me gusta tu relatividad", "tu sensibilidad. es graciosa. "¿graciosa?". Sí, para ti todo es muy sensorial", "la que vive en la esquina es tierna, la del frente dulce,la del costado poco impositiva.".

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