Hoy estoy feliz pero al parecer la felicidad no es la que creía . No es ese sentimiento extasiado, que te nubla sólo para proyectar deseos platónicos si no el cual miras tranquilamente, suspiras, piensas en lo que te hace feliz y sonríes. Estoy agradecida. De verdad lo estoy.
Eso fue a causa de un día de estar con él, solos en su casa, a veces con sus amigos ayudándolo a empacar sus cosas, eran las vacaciones de invierno, no nos veríamos en una semana, me di el permiso de "soltarme". Lo cuidé, ordené sus cosas, lo acompañé e hice todos los detalles que,¡pf!, las "parejas" hacen. Siendo sincera, y claro, sin decirlo así me sentía, mis pensamientos iban pa' alla'. Era lo obvio. Iba caminando, como nunca antes, muy tranquila.
Escribía eso tipo diez u once de la noche, sin saber que estaba con ella. Tocándola, queriéndola, susurrándole al oído. Regalándole su yo más real.
Luego, de decirme que la "estaba viendo", vino esto:
Es gracioso eso de vincular estados con gente, lo que había escrito tenía de pertenecía como motor principal a él, porque fue precisamente él quien abrió la puerta para demostrar y mostrar que hay más. El problema fue que esa idealización de niña fue embelesada con ideas de amor , pareja, brillos y colores. Era eso lo que me hacía dar mi último suspiro,ese día, y terminar de tomar consciencia aquel aprendizaje. Pero la vida no tiene punto, uno sigue entendiendo y aprendiendo y mientras dedicaba palabras felices y alegres a mi aprender con rostro de hombre, este besaba , enseñaba, reía y aprendía con otra, con todo su derecho con toda su libertad , lo que quita de que me duela, me comprima y me nazcan heridas de forma fácil . No me quita nada tu libertad me esta enseñando aunque duela.
Todo fue cierto.De ahí como dije mis frases de maestros asiáticos me inundaron para consolarme, para tomarme y hacerme entender que: nada era seguro, eso era lo más seguro. Nada tenía, nada poseía, por eso mismo, tenía todo y que debía tener la suficiente humildad para aceptar.
Acepte todo, claro que sí, pero nadie me dijo cual era el limite de aceptar, mentirle y mentirme.
Nunca más lo toqué. Nunca más me abrí, nunca más quise sentirlo cerca.
Lo detestaba, lo aborrecía, pero había algo dentro de mi que me insistía en quedarme. Era el miedo, el vacío. Había conocido mucho en poco tiempo y ya no me sentía sola, como era siempre.
Eso fue a causa de un día de estar con él, solos en su casa, a veces con sus amigos ayudándolo a empacar sus cosas, eran las vacaciones de invierno, no nos veríamos en una semana, me di el permiso de "soltarme". Lo cuidé, ordené sus cosas, lo acompañé e hice todos los detalles que,¡pf!, las "parejas" hacen. Siendo sincera, y claro, sin decirlo así me sentía, mis pensamientos iban pa' alla'. Era lo obvio. Iba caminando, como nunca antes, muy tranquila.
Escribía eso tipo diez u once de la noche, sin saber que estaba con ella. Tocándola, queriéndola, susurrándole al oído. Regalándole su yo más real.
Luego, de decirme que la "estaba viendo", vino esto:
Es gracioso eso de vincular estados con gente, lo que había escrito tenía de pertenecía como motor principal a él, porque fue precisamente él quien abrió la puerta para demostrar y mostrar que hay más. El problema fue que esa idealización de niña fue embelesada con ideas de amor , pareja, brillos y colores. Era eso lo que me hacía dar mi último suspiro,ese día, y terminar de tomar consciencia aquel aprendizaje. Pero la vida no tiene punto, uno sigue entendiendo y aprendiendo y mientras dedicaba palabras felices y alegres a mi aprender con rostro de hombre, este besaba , enseñaba, reía y aprendía con otra, con todo su derecho con toda su libertad , lo que quita de que me duela, me comprima y me nazcan heridas de forma fácil . No me quita nada tu libertad me esta enseñando aunque duela.
Todo fue cierto.De ahí como dije mis frases de maestros asiáticos me inundaron para consolarme, para tomarme y hacerme entender que: nada era seguro, eso era lo más seguro. Nada tenía, nada poseía, por eso mismo, tenía todo y que debía tener la suficiente humildad para aceptar.
Acepte todo, claro que sí, pero nadie me dijo cual era el limite de aceptar, mentirle y mentirme.
Nunca más lo toqué. Nunca más me abrí, nunca más quise sentirlo cerca.
Lo detestaba, lo aborrecía, pero había algo dentro de mi que me insistía en quedarme. Era el miedo, el vacío. Había conocido mucho en poco tiempo y ya no me sentía sola, como era siempre.