13 de enero de 2014

Santiago.

Seguramente todos lo hacen mejor. Tomar mis sueños y un futuro.

En al  habían grandes expectativas pero fue como el mejor de los Minillas .. sólo una promesa. Cargar 'con lo hubiera sido'. Siempre fue un tipo raro. De esos raros que gustan a los adultos y no pasan desapercibidos para sus pares. Para bien y para mal ¿no?. Para bien y para mal.

Era maduro para dar opiniones. Con nueve años, el centro de la casa, tenía claro los debates políticos ideologizados. Nunca le gusto juntarse con otros niños. Siempre fue así. Hacia adentro o quizás mirando hacia más afuera de lo normal.

Le gustaban las estrellas, quería ser astrónomo, aunque se le daban las letras, el vocabulario extenso, las palabra difíciles y regordetas de intelectualismo. "Este cabro está pintao' pa' algo grande. Pa' algo grande". Frases que saltaban de voces anónimas, desconocidas o a veces cercanas. No sabía, miraba poco, todo significaba perder el tiempo.

No le parecía interesante nada de lo que miraba.  Su voz tenía eco cuando hablaba con sus compañeritos de curso.  Su familia era como las tipicas familias; escalantes, emprendedoras, móviles. arribistas  o trepadoras. Daba lo mismo, ¿no?. Son palabras. Las que duelen en un contexto. Pero finalmente son meros adjetivos útiles para describir. Describirlos y describirse en su cabeza, fuera de ella por supuesto que cumpliría con el protocolo de decir lo que dicen todos. Lo que esperan todos. No por ser educado sino porque no quería un cruce de palabra sin sentido.

"Es que Santiago, es un niño muy maduro". Lo escuchaba siempre. Lo sabia. También sabía que sus padres, vecinos, familiares eran precarios en empatía con sólo jactarse como virtud  que un niño de nueve años sea "maduro". Sólo Maduro.

Tuvo uno que otro lugar en el colegio motivado por sus padres. En secundaria era todo lo contrario. No era un rebelde, tampoco un desganado, sólo un desmotivado. Estudiaba poco. Tanto que de los 4 años de los cursos superiores podría recordar tres veces las que tomó un libro. A pesar de eso sus calificaciones eran del tipo B o B+. Lo suficiente para mantener al gentío tranquilo.

"Tú no eres tonto"
"Lo sé"
"Podrías dar mucho más"
"¿Crees que me siento más tonto o inseguro porque no saque un "excelente"?. Te lo dije y lo sabes no soy tonto para sentir algo tan...tonto."

Le decían de todo. Narcisista, flojo, despreocupado, altivo, desganado, soberbio, indiferente, retraído.  Pero Santiago sólo quería descansar de las voces. No es que le molestarán de forma reiterada pero a veces sí. A veces las personas eran un tracklist. De esos que pueden ser muy buenos pero que de igual forman terminan aburriendo.

Con el pasar de los años y los gustos. Santiago se le daba de todo. Podía ser un cientista político por sus capacidad analítica. Ingeniero por su rápida mente  o un Abogado por su locuaz don de la palabra. A Santiago le gustaba la idea de dibujar comics. Si bien no era un excelente libretista. El dibujo se le daba bien, tenía su estilo.

"Me estás hueviando"
"no"
"Me estás hueviando. Siempre has sido flojo pero tú sabes que tienes talento. ¿Acaso te pagarás la carrera tú?. Estaí hecho pa' algo grande. GRANDE."

Ese fue el problema para él, sabia lo que le gustaba y lo que no pero por sobre todo como le gustaba el poder. Su ego, saberse superior. Era un sitio que había nacido no por apellido, ni por dinero, por más, por razonar. Santiago le gustaba su posición. Él sabía que podía hacer todo...todo para tener más adulación.