"Siempre te has sobrevalorado, no sé que te crees."
"no sé que decirte"
"No me hueís. Es cualquier cosa menos fácil. Jamás te he exigido nada, ni tiempo, ni ganas, menos empatía, ni siquiera plata, eso te las mandaí tu solita. Así que no me hueís"
"de hace tiempo estaí en esa pará po'"
"creo que mejor me voy"
"que fácil es todo para ti"
"¿qué te pasa?"
"nada"
"pero..."
"es que no me pasa nada, Javiera, no me pasa nada"
Revisó por inercia la pantalla de su teléfono inteligente, se comparó con unas cuantas compañeritas de universidad, conocidas, del colegio, de cualquier taller a medio hacer y... "mierda me esta doliendo mucho". Tocó su pecho. Una puntada profunda la avasallaba de nuevo. Tenía pena. Una pena impregnada en el torax, que se comenzaba expanderse hasta la tráquea ante cualquier acontecimiento que la alteraba. Lloraba, no sabía si era por el dolor de su pecho o por el dolor de no saber lo que estaba pasando. De seguro lo último, no era exageración decir que el mayor dolor que podía sentir era no saber lo que ocurría con su mente. Así era de egoísta . Así era de egolatra.